En el mundo del automóvil, donde la competencia entre marcas es implacable, siempre hay historias curiosas y experimentos imposibles, sobre todo cuando se trata del desarrollo de un nuevo motor. Un ejemplo claro puede ser aquella ocasión en la que a alguien se le ocurrió meter el motor de un avión en un BMW.
Una idea similar tuvo Ferdinand Piëch, nieto de Ferdinand Porsche y CEO del grupo Volkswagen hasta 2015. Piëch era un obseso de los motores y quería desarrollar un nuevo bloque más potente y eficiente para sus coches de gama alta.
Sin embargo, la marca no tenía en su catálogo ningún coche adecuado para probar el empuje de su nuevo motor. Así que Piëch compró un BMW M5 y le montó en su interior un W10 de Volkswagen que nunca vería la luz.
La pasión del jefe: crear los mejores motores
El desarrollo del Bugatti Veyron ya demostró que Ferdinand Piëch estaba obsesionado con desarrollar el mejor motor del mundo. Según afirmaba un vídeo del canal DriveTribe, esa obsesión le llevó a comprar una berlina deportiva de BMW para que sirviera de mula para probar las prestaciones su nuevo motor W10.
Lo que hace aún más singular este caso es que, durante décadas, el prototipo de Ferdinand Piëch fue tan secreto que se pensaba que jamás existió y se creyó que era una leyenda urbana que Volkswagen negó por activa y por pasiva. Sin embargo, recientemente salió a la luz gracias a un compraventa belga, revelando detalles fascinantes sobre su construcción y rendimiento.
A finales de los años 90 y principios de los 2000, a Ferdinand Piëch se le metió entre ceja y ceja desarrollar motores en "V" estrecha para ampliar un catálogo de motores como nunca antes había visto la marca alemana.

Bajo la supervisión de Piëch, el fabricante alemán vivió una era de experimentación y creatividad inusitada. Desde el VR6 que rugía bajo el capó del Golf R32, hasta el W12 y el W16 que dieron vida al Audi A8, al Volkswagen Touareg y, como no, al Bugatti Veyron.
En su intento por optimizar al máximo el rendimiento y la eficiencia de sus motores, a Piëch se le ocurrió unir dos motores V5 como los que montaban los Golf Mk4 y la primera hornada del Seat Toledo, para obtener un W10. Como ningún coche del grupo cumplía con los requisitos para albergar este motor, el CEO de Volkswagen decidió cruzar los límites: compró un BMW M5 E39, le quitó su motor V8 original y lo convirtió en la plataforma que necesitaban para probar el W10.
Volkswagen no se limitó a colocar el nuevo motor en el vano del BMW de cualquier forma. Lo integró como si se tratara de un modelo de producción de una forma tan pulcra que parecía haber salido directamente de la línea de montaje.
De hecho, a diferencia de los prototipos de desarrollo convencionales, por fuera el coche no llamaba la atención y mantenía la apariencia clásica de un M5. Su secreto era que bajo el capó albergaba un motor que producía entre 456 y 507 CV y un par máximo de 550 Nm.
Su rendimiento era tan bueno que incluso Ferdinand Piëch utilizó este M5 E39 como coche personal para desplazarse a diario durante un tiempo, a pesar de que carecía de sistemas de asistencia electrónicos como ABS o control de tracción.
Un mito hecho realidad
La existencia de un BMW M5 E39 con un motor Volkswagen W10 se consideró durante décadas como un mito. Había rumores de que el prototipo había sido destruido o que nunca existió realmente. El coche, ahora conocido como el M5 experimental, luce uno adhesivos sobre el faro y en su parte trasera en el que se indica claramente su propósito: probar el motor W10 de Volkswagen.
El interior del vehículo se mantiene exactamente igual que cualquier M5 de la época, con la salvedad del cuadro de mandos, ya que el fabricante le añadió uno personalizado con algunos interruptores adicionales que le permitían activar o desactivar funciones para probar su rendimiento y obtener información adicional.
Por todo lo demás, un coche de producción que no llamaría la atención al verlo estacionado en cualquier parking empresarial de los 2000, pese a que bajo su capó ronroneaba un motor único que jamás ha visto la luz.
Eso convierte a este prototipo en una pieza exclusiva para coleccionistas que, aunque el vendedor no ofrece una cifra de venta, desde DriveTribe aseguran que se acercará mucho al precio de un Ferrari Purosangue, aunque Volkswagen invirtió más de dos millones de dólares en desarrollar el motor que lo mueve.
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Imagen | Flickr (Olli Vainio, Adam Court)
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labandadelbate
Si en lugar de malgastar el tiempo y dinero en esto y en ocultar datos de emisiones, o probar los motores con monos, hubieran invertido en el desarrollo del coche eléctrico y en la construcción de baterías, no tendrían a los chinos comiendoles la tostada, y no estarían metiendo presión a la Comisión europea para poner precios mínimos a los coches eléctricos chinos.