La victoria no importa

La victoria no importa

Hawa no quería mojarse las zapatillas pero la luz era perfecta. Sus deportivas eran nuevas, de caña alta, blancas y negras como las gaviotas cabecigrises que graznaban en el cielo, ansiosas ante la llegada de cayucos con las redes llenas de peces a la playa de Tanji, un pueblo pesquero de Gambia. Hawa dudaba si meterse en el mar porque la sal echaría a perder sus zapatillas nuevas pero le empujaba hacia el agua la cámara que sostenía en las manos. Si se mojaba, tenía un mundo por fotografiar: sobre el océano plateado, bajo la luz tenue del atardecer, relucían los rostros sudorosos de los marineros que domesticaban las embarcaciones, encabritadas sobre las olas. El espectáculo de color, olor y tensión era tan extraordinario que tenía embrujada a Hawa. Al final reaccionó, enfocó desde lejos y torció el gesto. Demasiado lejos.

Al cabo de un rato, no pudo más. Buscó un rincón en la arena, se quitó las deportivas, hundió los pies en el mar y se acercó lo máximo que pudo a la espuma de la orilla. Ya no dejó de fotografiar.

El triunfo sigue estando tan sobrevalorado que el valor de las cosas se mide a partir del éxito y no del valor del intento

Hawa quería un imposible: ser fotoperiodista en Gambia. Con 18 años, era la alumna más joven del primer curso de fotografía de Fandema, un centro para mujeres en la vecina Tujereng, y se había acostumbrado a encogerse de hombros. Su familia, amigos y vecinos le repetían lo mismo siempre: es imposible, eres pobre, dedícate a algo serio, no lo lograrás. Ella, consciente de que probablemente todos tuvieran razón, tomaba cada día temprano el bus, cruzaba la ciudad y se presentaba la primera en clase de fotografía.

En la vida, como en el fútbol, perder es lo normal. Pese a la obviedad, la victoria sigue estando tan sobrevalorada que el valor de las cosas se mide a partir del éxito y no del valor del intento. Apenas vale ya nada el cómo.

Yo no sé si Hawa alcanzará algún día su sueño de ser fotoperiodista. A tenor de sus bolsillos escasos y de las dificultades para dedicarse a una profesión así en Gambia y en el mundo, es probable que no. Pero su paso adelante, su decisión de desatarse las zapatillas, dejarlas en la arena y meterse en el mar, la definían más que su posible victoria final. Hawa era una mujer valiente porque cada mañana, aunque la victoria era casi imposible, regresaba a clase y lo volvía a intentar.

Ahora que el Barça tiene por fin nuevo presidente, el club tiene la oportunidad de volver a ganar. Aunque este año parezca improbable. Quizás esta temporada la nueva directiva, capitaneada por Joan Laporta, no pueda prometer victorias, pero sí puede quitarse las zapatillas, dejarlas en la arena, e intentarlo hasta el último aliento como Hawa. Para que vuelva a importar el cómo.

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